viernes, 18 de diciembre de 2009


Queridos lectores:

Hace mucho tiempo que no escribo, así que hoy entono el mea culpa. Pero como no voy a estar pidiendo mil y una disculpas —porque al fin y al cabo, esto lo hago por placer, y no por obligación—, os voy a contar cosas de las últimas semanas. Tengo múltiples anécdotas para llenar varias entradas, pero vayamos por pasos y una a una que si no me estreso.

Estas últimas semanas, he estado tan ocupado que sin darme cuenta ya tenemos aquí la Navidad, esa maravillosa época de buenos deseos y de paz. ¡Ja! El año pasado tuve tiempo de prepararme mentalmente y de esputar de esta época que me crispa hasta los tuétanos. Sin embargo, este año ha llegado sin más, sin previo aviso, eso sí acompañada de una ola de frio siberiano que me tiene bien helado. Total, sólo falta la nieve para vivir una dulce y bucólica Navidad. ¡Paparruchas!

Hablando precisamente de frío y de Siberia, ayer escuché una noticia, donde explicaban que un pueblo de las estepas soviéticas estaba sin calefacción por culpa de uno de mi especie. Según los periodistas, el gato había provocado un cortocircuito en la central térmica dejando a sus habitantes humanos a 18º bajo cero dentro de sus casas. ¡Va! ¿Quién se cree que un pobre gato pueda provocar tal calamidad? O el gato es un superhéroe o esas centrales no son ni muy modernas ni muy seguras ¿Porqué opción os decantáis? Yo lo tengo clarísimo. Defendiendo a los míos hasta la muerte.

Os cuento esta anécdota porque los gatos tenemos muy mala prensa. Qué si somos ariscos, qué si somos unas fieras, qué si somos unos independientes –que no independentistas—, qué si somos esto o aquello, y encima, vamos dejando congelados a los humanos… En definitiva, que el gato no es demasiado querido y aún menos, si es negro. Suerte que para eso están mis muchachos para hablar bien de los gatos y, especialmente, de mí. Tanto escribir agradecimientos en el libro que han hecho, tanto hablar de mí en radios y presentaciones, tanto nombrarme aquí y allá que creo que me voy a hacer famoso. ¡Por fin, saldré del ostracismo de gato de oficina! A este paso, de aquí a poco, habrá decenas, cientos de periodistas agolpados a las puertas de Play, esperando una declaración de este gato que os escribe. Flashes, empujones, micros y preguntas: ¿Cómo se siente un gato siendo protagonista?, ¿qué representa ser una fuente de inspiración?, ¿qué supone ser un gato de la Buena Suerte?, ¿qué opinas del libro? ¡Seré la nueva estrella! ¡Seré el gato escritor! ¡El primero en la historia! Pero, uff, pensándolo mejor, esto va a suponer mucho trabajo. Sólo de pensarlo, empiezo a bostezar y a abrir la boca hasta enseñar mi tráquea. ¡Qué pereza! Creo que esto de ser conocido no va mucho conmigo. ¡Prefiero la mala fama que ser perseguido! Entonces como respuesta a algunos medios, yo pasaría de largo y les diría que poco me interesan sus preguntas ni la fama adquirida, porque para mí lo importante es seguir con los míos, repartiendo cariño y, si de paso inspiro un libro, mejor que mejor. Con la humildad por delante, que siempre he sido un gato bueno y educado y a estas alturas nadie va a cambiar ni mi temple, ni mi compostura de gato de oficina. Y a quién no le guste, ¡paparruchas!

Próximamente, más y mejores ronroneos.
¡Y vivan los colores, incluído el negro!

Play, el gato.

PD: David, gracias por el retrato con mi libro preferido "Los colores olvidados y otros relatos ilustrados"

Posted by Publicado por Play en 5:12
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2 comentarios:

Lt. Dan dijo...

Gato tienes los dias contados, tu tiempo ya paso, es hora que le des cabida a otros personajes, que a mi juicio, si que son dignos de tener un blog, estoy hablando de "Carmesina"

Play dijo...

Ay, Daniel, Daniel. Es curioso el efecto que produzco en algunos humanos. Entre odio y resentimiento. Pero no importa, soy un gato pacífico y aunque se que llevo la mala fama a cuestas, mientras tenga faldas amigas para refugiarme, no me importará recibir estos comentarios. Todo lo contrario, son bien recibidos para que así me den más cariñitos y mimitos.

Te envio unos cuantos lametazos y ronroneos. Gracias archienemigo número uno, Dani.

Play, el gato.