viernes, 10 de junio de 2011



Hoy hace tres días que por las mañanas oigo un maullar muy cercano a Play. El primer día, no le di importancia, pensé que sería una gatita en celo o un felino que se aburría. El segundo día a la misma hora, más de los mismo: Miaaauuu, miaaaauuu… Esta vez sonó más a lamento, pero nada podía hacer. Yo estaba en Play y no podía salir para averiguar. Pero hoy hemos vuelto con la misma cantinela: Miaaauuuu, miaaauuuu… Esta vez también sonaba a desespero y, entre intrigado y cansado de escuchar durante horas esos maullidos, he aprovechado un momento en que levantaban la persiana de Play para salir corriendo al exterior.

Ya en la calle, el maullido se ha vuelto más fuerte y he empezado a buscar de dónde procedía. Olisqueándolo todo, con mi mirada agudizada, pero de poco ha servido. Ya estaba a punto de darme por vencido, cuando se me ha ocurrido mirar hacia arriba y, efectivamente, en el edificio frontal a Play, en un tercer piso, un felino joven e inexperto maullaba desde el alfeizar de la ventana. Al verme se ha sorprendido y yo un poco también, para que negarlo. No veo habitualmente a los de mi especie. Total, que hemos empezado un diálogo de Miauss que os paso a transcribir:

-¿Qué te pasa Gatito que llevas tres días maullando con lamento?

-Es que soy nuevo, un recién llegado y echo de menos a mi madre y mis hermanos.

-¿Qué edad tienes?-le pregunté aún a sabiendas de que debía ser joven

-Apenas 2 meses. Y quiero volver con ellos ¡No entiendo a los humanos!

-Tal vez pueda ayudarte. Llevo unos cuántos años conviviendo con ellos. Cuéntame.

- ¿Por dónde empezar? Por ejemplo, no entiendo porque no me dejan rascar.

-Es que los humanos no se afilan las uñas, ellos son más finos y se hacen la pedicura. Para ganarte el afecto de tus amos, es mejor que no rasques mucho. Eso sí, siempre te puedes buscar un rincón escondido y allí rascar a gusto. Al menos hasta que lo descubran.

-Vale, tomo nota. ¿Y qué hago con eso de tener que meterme en una caja para ya sabes…? Para hacer esas cosas… No estoy acostumbrado y la caja me da miedo. Con esa puerta batiente que parece que se me vaya a tragar o a lanzarme despedido.

- Pues eso, en el fondo, tú también lo llegarás a apreciar. Los gatos somos seres muy limpios y tener nuestro rincón para ello es lo mejor. No molestamos a nadie ni nos molestan cuando estamos en ello. En esos momentos, se agradece un poco de intimidad, ¿verdad? Algún día lo valorarás.

-Sí, puede ser, pero sigue sin gustarme la caja… Tengo más dudas ¿Y por qué no puedo morder como le hacía a mis hermanos? Me gusta jugar y mis amos no me lo permiten. Sólo me hacen carantoñas y me llaman: mi niño, mi bebé guapo. ¡Si yo no soy de su especie les repito constantemente!

-Es que los humanos son más delicados y no les gusta jugar de esa manera. Lo mejor que puedes hacer para ser amigo suyo es sentarte en sus faldas y ronronearles mucho.

-¡Uff, qué aburrido! ¿Pero entonces para que quieren un gato? Si ya saben cómo somos ¿por qué luego intentan cambiarnos y transformarnos en supuestos seres civilizados como ellos? Por mucho que me cuentes, sigo sin entender a los humanos.

-Gatito, ya verás como con el tiempo te harás a ellos. Dales un poco de margen. Te acabarás acostumbrando…

Y mientras decía esta frase y me despedía del gato, me asoló un pensamiento al ver a mis muchachos: Eso no es verdad, Playete. Jamás te acabas de acostumbrar a los humanos. No hay quién los entienda. Pero cómo los vamos a entender si a veces no se entienden entre ellos y, lo que es peor, la mayoría de las veces, no se entienden ni sí mismos.

Palabra de Playete.
Próximamente, más y mejores ronroneos.

Posted by Publicado por Play en 4:28
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