Queridos seguidores felinos y blogueros humanos,
Como ya os comenté en la última entrada, hace unas semanas tomé la decisión de internarme voluntariamente en un centro de desintoxicación humana. Sí, lo sé, el nombre suena algo fuerte, pero es que en realidad, no hay mejor manera de definirlo. La idea es que uno acude a este centro para recuperar sus instintos felinos porque por lo visto somos muchos, cada vez más, los que necesitamos ser sometidos a estos tratamientos. Y es que el trato con los humanos está pervirtiendo nuestras facultades naturales.
A este centro acuden muchos gatos de manera voluntaria a dedicarse un tiempo exclusivo, alejado de humanos y amitos, que aunque nos quieren mucho, a veces se equivocan o nos hacen más mal que bien, eso sí, siempre de manera involuntaria. Los motivos principales para ser ingresados son dos: la tristeza o desazón que embarga a algunos gatitos, lo que llamáis vosotros como depresión humana y, la segunda causa, un problema de interpretación de roles: aquellos gatos que se creen humanos, niños o bebés, porque así los tratan sus amos. Claro esto provoca en los gatos una pérdida de personalidad fatal para su desarrollo y sus vidas. ¿Cuántas veces habréis oído a un amo decirle a su perro o gato: ¡¡Ay, mi niño guapo!! ¡¡Ayy, mi bebeito!! ¡¡Ayy, cuánto te quiere la mami!! Y cosas por este estilo que producen el trastorno denominado gatos humanos y que se manifiesta en aquellos gatos que no tienen conciencia de sí mismos y acaban convertidos en gatos-bebé, gatos-niño, gato-exclusivamente faldero. ¡Y claro dónde se ha visto que un gato no rasque, ni arañe, ni persiga cualquier cosa que revolotee y sólo permanezca en las faldas de alguien! Así que por estas dos causas principales los gatos nos sometemos a estos tratamientos.
En el centro es muy importante cumplir cuatro reglas básicas: 1. No tener contacto con humanos durante el tratamiento. 2. Hacer lo que realmente nos dé la gana, que equivale a decir, nada de obligaciones, todo placeres (largas siestas, comer a tutiplén, no tener que dar carantoñas a los amitos, etc.) 3. Rascar allí donde nos plazca sin temor a ser castigados, ni a estropear nada. 4. Mantener relaciones con otros gatos –relaciones anímicas, no penséis mal, muchachos- y compartir experiencias con los demás para volver a ser realmente felinos.
El tratamiento no tiene una duración determinada. Todo depende de tu evolución personal. Hay quienes están una semana, otros dos y otros, como yo, que ya vamos para las cuatro. Pero es que soy un caso complejo. Mi terapeuta, un gato sabio con años de vida y sabiduría a cuestas, ya me ha dicho que lo mío es complicado porque si normalmente los gatos que acuden a terapia están mal porque comparten vida con dos, tres o cuatro humanos a lo sumo, yo que la comparto con diez, imaginaos como ando. Dice que cada uno de estos humanos me ha transmitido sus miedos, sus neuras, pero que al mismo tiempo, han sido muchas personas dándome mimos y carantoñas. Me ha explicado que soy un gato terriblemente bueno, maleable e influenciable y que todo eso no es propio de los de mi raza. Total, su veredicto es que soy un gato mimado y consentido en estado depresivo, con pérdida de personalidad y carente de instintos felinos. ¡Vamos todo un cuadro para estudiar clínicamente! Y yo que sólo pensaba que estaba un poco triste y carente de ilusión con el blog. Es lo que tienen los terapeutas, siempre te sacan los traumas de esta vida, de la vida anterior y diría que hasta de la futura. ¿Vosotros creéis que estoy tan mal?
En fin, os seguiré contando mis historias en el centro y mi evolución, pero ahora me voy porque si me pillan comunicándome con el exterior, voy a tener un serio problema. Sin embargo, una reflexión final: ¿¿No creéis que algunas personas también os tendríais que someter a un tratamiento similar para recuperar vuestra esencia natural y vuestra humanidad?? Ahí lo dejo.
¡Mil gracias por vuestros mensajes de ánimo, especialmente, a Desiree, DVD, Anónimo y Bea!
Palabra de Playete.
jueves, 18 de marzo de 2010
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Play
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10:08
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