miércoles, 16 de febrero de 2011


No sé qué ocurre últimamente que mi cuerpo despierta sonrisas y grima, chistes y sorpresas. Sí, así somos los felinos, provocamos de todo un poco. Y en este pequeño universo llamado Play Creatividad, soy fuente de entretenimiento. ¡Ah, pero hoy no voy a criticar! Si en estos momentos, he de servir para ello, me flagelo por la causa y asumo ser centro de divertimentos varios.

El caso es que hoy en día ya no te puedes hacer ni una duchita tan tranquilo. Es decir, ya sabéis que los gatos somos animales muy limpios y nos gusta mantener nuestro pelo brillante –aún a costa de llevarnos toda la mierda al estomago. Que pensándolo bien, quien nos creó ya podía haberse inventado otro método porque esto de tragarse pelos mezclados con restos no es algo muy apetecible. Dejando temas de funcionamiento corporal felino, lo dicho, somos animales limpios y nos gusta mantener todo nuestro cuerpo impoluto, todas nuestras partes cuidadas y cuando digo todas nuestras partes, son todas nuestras partes.

Pues debe ser que eso los humanos no lo entienden, o al menos, estos chicos míos, porque cada vez que me ven en plena acción de limpieza de mi cola –y no me refiero a la más larga- tienen sentimientos encontrados: se sorprenden y al mismo tiempo, les da grima. He prometido no criticaros: pero chavales, ¿qué os pensabais? ¿Qué soy un peluche como dicen por ahí? ¿Qué en mi proceso de castración arrasaron con todas las partes? Pues no, majetes, no, sigo conservando una parte de mi masculinidad y si la muestro no es para vuestro regocijo, sino más bien por limpieza corporal. Y, no, no es que ande excitado más de la cuenta, ni que la primavera asome por la puerta. Lo que está claro es que deberé hacerlo a escondidas, porque esto de hacerlo en pleno día en la silla de una de mis faldas preferidas, produce una reacción poco normal.

También referente a mi limpieza y cuidado general, mis muchachos hoy me han hecho creer que me llevaban a hacerme la pedicura y me han engañado hasta el tuétano. Sí, me han hecho la pedicura, pero luego me han endiñado una pastilla de desparasitación y luego una vacunita de nada con una agujita fina, fina como mis uñitas recién afiladas. ¡Vamos que ha tocado visita al veterinario! ¿Por qué no lo llamarán por su nombre? Bueno, claro, para que no huya nada más escucharlo. Aunque está claro que con los años y con mi bondad innata, cada vez me porto mejor y no preparo los escándalos de antaño para meterme en el trasportín. Ha costado un poco, pero entre tres de mis muchachos me han empujado las nalgas y para dentro. Aunque de mi concierto de maullidos y lamentos de camino al vete no se ha librado nadie, ni los viandantes.

Eso sí ahora estoy hecho un pincel. Sano por dentro y limpio por fuera. Y aunque esto suene a anuncio de actimel, os puedo asegurar que no hay nada mejor que saberse sano y cuidado. Nada puede producir mayor satisfacción. Así que me voy a ronronear a faldas amigas. Y es que si dicen que ronronear es síntoma de felicidad, yo que ronroneo todo el día, debo ser un gato muy feliz, mucho más feliz de lo que incluso yo soy consciente. Porque pensándolo felinamente,¿ no será un poco eso lo que os ocurre a los humanos apagados y grises que no os dais cuenta de vuestros motivos de alegría? Lo siento: no podía faltar la pullita final. ¡Espero veros ronronear más!

Proximamente, más pensamientos felinos.

Este gato vuestro, Play.

Posted by Publicado por Play en 10:00
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