jueves, 22 de octubre de 2009


Seguramente, en varias ocasiones, queridos lectores, habréis visto esas figuritas de gato que tienen algunos comercios y locales chinos. Estas figurillas llamadas Zhaocai mao en China y Maneki neko en Japón que son símbolo de fortuna y buena suerte.

Todo esto os lo cuento porque hace una semana fue martes 13 y ese día siempre significa una tortura para todos los de mi especie y color. Afortunadamente, debo decir que después de siete días no ha pasado nada grave a mí alrededor. Por tanto, creo que ha llegado el momento de dejar esta absurda superstición de lado y más si hasta yo he sobrevivido. Porque si alguien estaba asustado con este martes 13 era yo y ahora os pasaré a relatar el porqué.

Todo empezó hace un par de semanas, cuando este gato que os escribe empezó a encontrarse mal. Digamos que comí cosas que no debí y mi estomago se rebeló. Vomitera allí, vomitera allá. Así que mis muchachos que me tienen en estima, se empezaron a preocupar y decidieron llevarme al veterinario, vete, para los amigos –aunque, ¿quién puede ser amigo de un tío/-a que te manosea, te inyecta y te hace sufrir mil torturas en tus propias carnes?

El caso es que llamaron al veterinario y, justamente, la linda enfermera de animales nos dio visita para el martes 13. ¿Os imagináis un gato negro visitándose un martes 13? Suena a cachondeo, pero es real. Menos mal que yo no creo en la mala suerte, pero quieras o no tenía el miedo metido en el cuerpo. Hasta que llegó el martes, fueron días muy largos, días de mucho pensar, días de cierta preocupación. Pero me dije a mi mismo: “Play, Play, no seas un pesimista, si tú traes la buena suerte a todo aquel que te tiene”. Y pensando en esto, me fui relajando.

Y, al fin, llegó el día. Un pedazo MARTES 13 marcado de negro en el calendario y una caja de transporte esperándome para ser ejecutado… sí, ya lo sé, le estoy poniendo demasiado dramatismo. Pero habéis de entenderlo, llevo a cuestas el karma de mis otras vidas. Como, por ejemplo, cuando fui perseguido allá por la Edad Media y, entonces, no tenían piedad y la ejecución si era real. ¡Maldito karma que llevo a cuestas! Porque esa es otra historia, ¿qué habré hecho yo en otras vidas que repito sin fin ser gatito negro? A ver si para la próxima, me reencarno en otra cosa, que ya toca. Siguiendo con la descripción de los hechos del martes 13, llegó el momento de meterme en la caja de transporte. Todos estaban acojonados –sí, tal como suena. Es la mejor definición del estado de mis muchachos. Ya me conocen y saben que al verlo me convierto en una bestia. Sin embargo, esta vez, pensé: “cuanto antes vayamos, antes acabaremos”. Así que me porté bien y a la primera fui para adentro. De camino al matasanos, he de reconocer que lloré, gimoteé y me enfadé, pero allí me porté muy bien. Si es que en el fondo soy un santo.

Después de todo esto, el diagnóstico general fue que estoy sano, sanísimo, pero que tengo que dejar el pegamento, los celos y otros elementos plasticosos. Me tengo que pasar al pienso light y nutritivo y a la rica malta.

En definitiva, os cuento toda esta historia para recordaros a los humanos que os dejéis de tonterías, supersticiones y supercherías porque la vida dura dos días como para estar pendientes de estas memeces. Así que ya sabéis, poned un gato en vuestra vida, ya sea real o de mentira. ¡Sed como los orientales, que ellos sí que saben! Por saber, saben que los gatos no somos unos huraños, ni unos tacaños, sino que podemos ser símbolo de ventura y dicha, he dicho.

Palabra de Playete.

¡Y vivan los orientales!

Próximamente, más y mejores ronroneos.

Posted by Publicado por Play en 4:54
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jueves, 8 de octubre de 2009


Apreciados blogueros y lectores:

Lo prometido es deuda: esta semana he salido de Play agencia. Y es lo mejor que he podido hacer, porque aquí ha habido mucho movimiento, mucho ruido y mucho estrés escondido bajo efectos de locura transitoria por parte de alguno de mis muchachos -¿verdad, Teo? Como esto de los nervios y el griterío no van conmigo, decidí huir y visitar a una amiga —no penséis mal -, una amiga que estaba convaleciente. Y digo no penséis mal, porque yo ya no conservo mi hombría gatuna, pues desde hace años soy un poco eunuco. Y, segundo, porque a mi nueva amiga también le han eliminado recientemente sus instintos sexuales. Así que no había peligro de ningún tipo en que saltaran chispas entre nosotros. Todo lo que puede haber es un amor puro e idílico.

El caso es que la visité, tal como he dicho, porque estaba recién operada y está bien apoyar al prójimo en situaciones similares por las que uno ya ha pasado. La verdad es que llegar hasta casa de mi amiga felina fue toda una aventura que daría para una entrada. Así que eso lo dejo para otro día. El caso es que la visita fue breve, de esas que vosotros llamáis de médico, pero no importó porque, al fin y al cabo, vi a alguien de mi misma condición. Al principio, intercambiamos miradas extrañas, después, algún bufido y, finalmente, nos acercamos y nos ronroneamos un poquito.

Aunque la visita fue rápida, tuvimos tiempo de charlar un rato y hablamos del hecho de ser castrados —bueno, esterilizados, que queda mejor. ¡Es un acto que no entiendo! ¿Verdad que yo no voy castrando a ningún humano? Y es que aunque me lo han explicado mil veces y que es por nuestro bien, yo no lo acabo de ver. ¡Paparruchas!

Los veterinarios aducen dos razones principales: se evita nuestra reproducción en masa y constante y, además, así nos ahorramos posibles enfermedades futuras. Pero seamos sinceros, humanos, las razones son otras. Primero de todo, os queréis ahorrar nuestras épocas de celo que son un poco escandalosas –bueno, a veces muy escandalosas. Pero la verdadera razón es que queréis evitar una invasión gatuna que acabe con los de vuestra estirpe. Porque, ¿qué pasaría si todos los gatos empezáramos a reproducirnos cada vez que tenemos un celo? Por lógica, al final, seríamos tantos gatos que el poder recaería en nuestras manos. Así, que humanos, seamos honestos. Entiendo vuestras razones, pero no las escondáis bajo supuestos beneficios para nosotros, los animalitos. Es por pura comodidad y por miedo a un futuro felino. ¡Con lo bien que os iría volver a vuestros orígenes animales y dejaros llevar por vuestros instintos! Y no, no se me ha ido la cabeza, ni estoy drogado con el pegamento de los sobres. Estoy totalmente cuerdo y sereno. Aunque también es verdad que algunos humanos os sometéis a cosas similares aunque por otras razones. Por lo tanto, voy a daros un voto de confianza y supongo que vosotros, nuestros amos, si hacéis esto es porque es lo mejor para nosotros. Al fin y al cabo, nos dais casa, comida y cariñitos. Por tanto, no creo que nos queráis ver enfermitos. Conclusión a la que llego: no será tan malo esto de la esterilización, pero por si acaso la próxima vez, no estaría mal preguntar. Los gatos tenemos opinión, aunque a veces seamos muy reservados y parezcamos lo contrario.

Por cierto, mi amiga felina se ha recuperado perfectamente de su castra… aiss, perdón, esterilización y ya está dando guerra en casa. Sigue así, Fellina, que no se crean estos humanos que somos unos acomplejados por no conservar nuestros instintos sexuales, que nuestros instintos felinos siguen intactos y preparados para atacar en cualquier momento.

Próximamente, más y mejores ronroneos.

Palabra de Play, el gato.

Posted by Publicado por Play en 9:43
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