Apreciados blogueros y lectores:
Lo prometido es deuda: esta semana he salido de Play agencia. Y es lo mejor que he podido hacer, porque aquí ha habido mucho movimiento, mucho ruido y mucho estrés escondido bajo efectos de locura transitoria por parte de alguno de mis muchachos -¿verdad, Teo? Como esto de los nervios y el griterío no van conmigo, decidí huir y visitar a una amiga —no penséis mal -, una amiga que estaba convaleciente. Y digo no penséis mal, porque yo ya no conservo mi hombría gatuna, pues desde hace años soy un poco eunuco. Y, segundo, porque a mi nueva amiga también le han eliminado recientemente sus instintos sexuales. Así que no había peligro de ningún tipo en que saltaran chispas entre nosotros. Todo lo que puede haber es un amor puro e idílico.
El caso es que la visité, tal como he dicho, porque estaba recién operada y está bien apoyar al prójimo en situaciones similares por las que uno ya ha pasado. La verdad es que llegar hasta casa de mi amiga felina fue toda una aventura que daría para una entrada. Así que eso lo dejo para otro día. El caso es que la visita fue breve, de esas que vosotros llamáis de médico, pero no importó porque, al fin y al cabo, vi a alguien de mi misma condición. Al principio, intercambiamos miradas extrañas, después, algún bufido y, finalmente, nos acercamos y nos ronroneamos un poquito.
Aunque la visita fue rápida, tuvimos tiempo de charlar un rato y hablamos del hecho de ser castrados —bueno, esterilizados, que queda mejor. ¡Es un acto que no entiendo! ¿Verdad que yo no voy castrando a ningún humano? Y es que aunque me lo han explicado mil veces y que es por nuestro bien, yo no lo acabo de ver. ¡Paparruchas!
Los veterinarios aducen dos razones principales: se evita nuestra reproducción en masa y constante y, además, así nos ahorramos posibles enfermedades futuras. Pero seamos sinceros, humanos, las razones son otras. Primero de todo, os queréis ahorrar nuestras épocas de celo que son un poco escandalosas –bueno, a veces muy escandalosas. Pero la verdadera razón es que queréis evitar una invasión gatuna que acabe con los de vuestra estirpe. Porque, ¿qué pasaría si todos los gatos empezáramos a reproducirnos cada vez que tenemos un celo? Por lógica, al final, seríamos tantos gatos que el poder recaería en nuestras manos. Así, que humanos, seamos honestos. Entiendo vuestras razones, pero no las escondáis bajo supuestos beneficios para nosotros, los animalitos. Es por pura comodidad y por miedo a un futuro felino. ¡Con lo bien que os iría volver a vuestros orígenes animales y dejaros llevar por vuestros instintos! Y no, no se me ha ido la cabeza, ni estoy drogado con el pegamento de los sobres. Estoy totalmente cuerdo y sereno. Aunque también es verdad que algunos humanos os sometéis a cosas similares aunque por otras razones. Por lo tanto, voy a daros un voto de confianza y supongo que vosotros, nuestros amos, si hacéis esto es porque es lo mejor para nosotros. Al fin y al cabo, nos dais casa, comida y cariñitos. Por tanto, no creo que nos queráis ver enfermitos. Conclusión a la que llego: no será tan malo esto de la esterilización, pero por si acaso la próxima vez, no estaría mal preguntar. Los gatos tenemos opinión, aunque a veces seamos muy reservados y parezcamos lo contrario.
Por cierto, mi amiga felina se ha recuperado perfectamente de su castra… aiss, perdón, esterilización y ya está dando guerra en casa. Sigue así, Fellina, que no se crean estos humanos que somos unos acomplejados por no conservar nuestros instintos sexuales, que nuestros instintos felinos siguen intactos y preparados para atacar en cualquier momento.
Próximamente, más y mejores ronroneos.
Palabra de Play, el gato.
jueves, 8 de octubre de 2009
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Play
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9:43
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