viernes, 26 de febrero de 2010


Algunos os habréis preguntado el porqué de estas ausencias cada vez más prolongadas. Bueno, realmente, ¿os lo habéis preguntado alguien? A veces tengo mis dudas, ¿Por qué quién lee este blog? ¿Hay alguien ahí, detrás de la pantalla que lea estas disquisiciones mías?

Las estadísticas me indican que muy pocos y supongo que entre saberme poco leído y la desidia innata de los de mi especie, me he ido dejando.

Inicié el blog con muchísima ilusión, dispuesto a ser un buen bloguero gatuno –tal vez, el único por el ciberespacio- y cumplir con mi nuevo deber. En el fondo, eso era bueno para mí: imponerme un pequeño deber, gustoso eso sí, algo más allá de mis siestas diarias y mis jugueteos por la oficina. Encontrar mi rincón para expresarme más allá de mis miaus y ronroneos. Esperar con ansías publicar la entrada tanto como la latita de los viernes. En definitiva, dar voz y voto a los de mi especie, o al menos, contaros mis andanzas como gato de oficina. El blog me abrió una puerta a miles de posibilidades. Creo que pocas veces un gato ha hablado sin tapujos y ha metido tanta caña a los humanos como yo… Y es que no se puede negar que sois un gran tema para analizar. Pero de tanto escribir y convivir con vosotros, pasó lo que tenía que pasar, que he acabado asumiendo vuestro carácter y el aburrimiento se ha apoderado de mí.

Por eso, he ido pasando de la entrada semanal a la quincenal y de ésta a la mensual. La ilusión por el blog se fue perdiendo y lo que antes era mi motivación se convirtió en mi obligación ¡¿Pero desde cuándo a los gatos nos han importado esas cosas?! ¿Desde cuándo se ha visto que los gatos tengamos que asumir obligaciones?! Nosotros estamos por encima de esas prácticas sociales. Pero, como ya he dicho, de tanto compartir vida con los humanos se me ha acabado pegando algo. Esa sensación de desazón que tanto os suele caracterizar. Y es que los gatos no padecemos de esas sensaciones ni paranoias. Nosotros somos más inteligentes y hemos llegado a un estado de tranquilidad y paz vital que ya quisierais para vosotros. Pero ahora al estar entre diez humanos –cada cual más neurótico que el anterior- y encima si le sumamos a dos embarazadas, he acabado perdiendo el oremus.

Pero lo que es peor, noto que he perdido mi esencia. Los gatos no hemos esperado nunca nada, sólo vivimos del instante, del momento y como mucho ansiamos una simple caricia robada o escuchar el sonido al abrir la latita de los viernes. Nuestras aspiraciones son sencillas, no esperamos grandes cosas, pero tampoco las añoramos. Ya os he dicho antes que los gatos estamos más evolucionados que los humanos y poseemos una paz que hasta el mismo Dalai Lama nos envidia. Sin embargo, he detectado en los últimos meses que me ofusco cuando no soy leído y comentado en este blog. Espero incesante una respuesta a mis palabras y cuando noto que no las obtengo, siento esa frustración tan típica de los seres de dos patas. Así, que ante tal situación, sólo me queda una opción: someterme a una cura antihumanos y retornar a mis instintos felinos a ver si así se me pasa esta sensación. Necesito recuperar mi equilibrio y si vuelvo a escribir, hacerlo por el simple placer de escribir, al igual que me echo mis largas jornadas de siesta, sin esperar nunca nada a cambio. Pero, por el momento, me voy a mi cura de desintoxicación humana y entonces ya veremos si sigo escribiendo.

Quizás, próximamente, nuevos y mejores ronroneos.

Palabra de Playete, en estado de bajón.

Posted by Publicado por Play en 2:50
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