Hoy hace tres días que por las mañanas oigo un maullar muy cercano a Play. El primer día, no le di importancia, pensé que sería una gatita en celo o un felino que se aburría. El segundo día a la misma hora, más de los mismo: Miaaauuu, miaaaauuu… Esta vez sonó más a lamento, pero nada podía hacer. Yo estaba en Play y no podía salir para averiguar. Pero hoy hemos vuelto con la misma cantinela: Miaaauuuu, miaaauuuu… Esta vez también sonaba a desespero y, entre intrigado y cansado de escuchar durante horas esos maullidos, he aprovechado un momento en que levantaban la persiana de Play para salir corriendo al exterior.
Ya en la calle, el maullido se ha vuelto más fuerte y he empezado a buscar de dónde procedía. Olisqueándolo todo, con mi mirada agudizada, pero de poco ha servido. Ya estaba a punto de darme por vencido, cuando se me ha ocurrido mirar hacia arriba y, efectivamente, en el edificio frontal a Play, en un tercer piso, un felino joven e inexperto maullaba desde el alfeizar de la ventana. Al verme se ha sorprendido y yo un poco también, para que negarlo. No veo habitualmente a los de mi especie. Total, que hemos empezado un diálogo de Miauss que os paso a transcribir:
-¿Qué te pasa Gatito que llevas tres días maullando con lamento?
-Es que soy nuevo, un recién llegado y echo de menos a mi madre y mis hermanos.
-¿Qué edad tienes?-le pregunté aún a sabiendas de que debía ser joven
-Apenas 2 meses. Y quiero volver con ellos ¡No entiendo a los humanos!
-Tal vez pueda ayudarte. Llevo unos cuántos años conviviendo con ellos. Cuéntame.
- ¿Por dónde empezar? Por ejemplo, no entiendo porque no me dejan rascar.
-Es que los humanos no se afilan las uñas, ellos son más finos y se hacen la pedicura. Para ganarte el afecto de tus amos, es mejor que no rasques mucho. Eso sí, siempre te puedes buscar un rincón escondido y allí rascar a gusto. Al menos hasta que lo descubran.
-Vale, tomo nota. ¿Y qué hago con eso de tener que meterme en una caja para ya sabes…? Para hacer esas cosas… No estoy acostumbrado y la caja me da miedo. Con esa puerta batiente que parece que se me vaya a tragar o a lanzarme despedido.
- Pues eso, en el fondo, tú también lo llegarás a apreciar. Los gatos somos seres muy limpios y tener nuestro rincón para ello es lo mejor. No molestamos a nadie ni nos molestan cuando estamos en ello. En esos momentos, se agradece un poco de intimidad, ¿verdad? Algún día lo valorarás.
-Sí, puede ser, pero sigue sin gustarme la caja… Tengo más dudas ¿Y por qué no puedo morder como le hacía a mis hermanos? Me gusta jugar y mis amos no me lo permiten. Sólo me hacen carantoñas y me llaman: mi niño, mi bebé guapo. ¡Si yo no soy de su especie les repito constantemente!
-Es que los humanos son más delicados y no les gusta jugar de esa manera. Lo mejor que puedes hacer para ser amigo suyo es sentarte en sus faldas y ronronearles mucho.
-¡Uff, qué aburrido! ¿Pero entonces para que quieren un gato? Si ya saben cómo somos ¿por qué luego intentan cambiarnos y transformarnos en supuestos seres civilizados como ellos? Por mucho que me cuentes, sigo sin entender a los humanos.
-Gatito, ya verás como con el tiempo te harás a ellos. Dales un poco de margen. Te acabarás acostumbrando…
Y mientras decía esta frase y me despedía del gato, me asoló un pensamiento al ver a mis muchachos: Eso no es verdad, Playete. Jamás te acabas de acostumbrar a los humanos. No hay quién los entienda. Pero cómo los vamos a entender si a veces no se entienden entre ellos y, lo que es peor, la mayoría de las veces, no se entienden ni sí mismos.
Palabra de Playete.
Próximamente, más y mejores ronroneos.
viernes, 10 de junio de 2011
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viernes, 3 de junio de 2011
Os dije la semana pasada que próximamente –o no- habrían más entradas del gato Play. Pues para demostrar una vez más lo raros que somos los gatos, hoy me presento de nuevo ante vosotros. ¡Y sólo ha pasado una semana! Y os estaréis preguntando –o no- ¿qué le ha pasado a Play que vuelve a teclear con frenesí el ordenador para contarnos sus andanzas? Pues en realidad no ha pasado nada o ha pasado mucho. Sí, estoy contradictorio, lo sé. Pero es que la verdad no ha sucedido nada extraordinario, pero el otro día me abordó un pensamiento: con todo lo que tengo que maullar y el tiempo que pasa inexorablemente, como puedo estar dejando escapar los días sin escribir más a menudo.
Así que me tengo que poner las pilas y teclear sin parar. Porque sí, porque somos mortales, tenemos fecha de caducidad y hay que aprovechar ese tiempo. ¡Eso sí, sin estresarme! Porque eso es lo que os ocurre a los humanos, que tanto carpe diem pa’arriba y pa’abajo que al final estáis más mareados que otra cosa. Es decir, voy a aprovechar mi tiempo y voy a despaparruchar todo lo que haga falta en este blog porque uno es finito y hay demasiado por contar. Por eso, me perdonará alguna de mis muchachas cuando invado su ordenador. Ha de entender que es el ansia por comunicarme lo que me hace saltar encima de sus teclas sin tener compasión por lo que esté haciendo. Tal vez, tenga que plantearle al jefe un netbook para mi solito porque esto de invadir los ordenadores ajenos al final me traerá un disgusto. ¡Hasta dormido me quedo encima de los teclados de lo mucho que estrujo mis neuronas gatunas!
Por lo tanto, tal vez ahora mis entradas no serán tan largas –o sí-, no serán tan trabajadas ni tan estilosas –¡si es que tengo una pluma! Pero no de la que estáis pensando, aunque a veces se dude de mi hombría gatuna. Tal vez, las entradas no sean tan profundas o aún lo serán más, el caso, es que pienso escribir. Porque aquí está este rincón que no puede caer en el olvido, al menos, para mí. Y al mal tiempo, la mejor cara que tengo. ¡Esta primavera que está haciendo estragos! Hay quien se nos mete a política, quien se nos enamora, quien se nos pone en huelga personal, quien le da por dibujar sin parar, a quien le da por dejar de fumar y otros –como cada primavera-por adelgazar, a quien retoma antiguos proyectos apasionantes y quien hace planes y posterga y posterga y posterga… Así que basta de postergar, de dejar para mañana todo lo que tengo que hablar y voy a escribir. Aunque a veces haga calor y el clima esté enrarecido, aunque no sea el mejor momento, aunque no esté bien visto, aunque no esté de moda, aunque no tenga casi seguidores. Porque lo que tengo claro es que si uno hace las cosas de corazón –aunque sea felino- todo toma una nueva dimensión. Así que vamos a dar un poco de luz a tanta sombra que para oscuro ya está mi pelaje.
Y si mis muchachos ayer se fueron de teatro, a distraerse un rato, yo también aprovecharé festejaré mi decisión de retomar con brío de nuevo este blog. Porque aunque me quiera callar, muchas veces los hechos más mínimos dan para una buena historia, o al menos, para una humilde entrada. Como humilde es éste, vuestro gato escritor, Playete.
Próximamente, más y mejores ronroneos.
PD: Lo dicho, voy a ver si me camelo al jefe y que me ponga un punto de trabajo para mi solito con su mesita ikea, su netbook –no me hace falta un Mac, tú tranquilo -y su lamparita y a ronronear a gusto mientras escribo. Creo que con unos cuantos mimos no sé podrá negar… ¿Qué pensáis? ¡Uy, pero será dentro de un rato porque ahora me está entrando una pereza! Me voy a echar una siesta encima del teclado. Está tan calentito… Frenesí, sí, pero ahora toca descansar.
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