Apreciados lectores y blogueros,
De nuevas estoy aquí con aires renovados. Bueno, para que vamos a engañarnos, sin aires renovados, pero ya tocaba volver a escribir. Era mi obligación y para una que tengo no puedo faltar tanto a ella.
Esta semana ha sido el cumpleaños de una mis muchachas y esto me ha hecho pensar en la importancia de la edad. Para los gatos, el tiempo es algo completamente relativo. Supuestamente, tenemos siete vidas, pero ¿y cuántos años tiene cada vida? Hay quién dice que cada año de vida gatuno equivale a siete humanos. Y siempre estamos de vuelta con el siete.
El problema viene cuando uno no sabe con exactitud cuando ha nacido. Eso es algo imposible para los humanos actuales. Tengo entendiendo que vuestros antepasados a veces si dudaban de la edad que tenían, pero ahora todo está milimétricamente controlado y sabéis no sólo el mes, el día, sino que también la hora y el minuto exacto. Sólo falta que al nacer os entregaran una carta astral explicando cual va a ser vuestra personalidad y vuestro destino. Es lo que tiene la sociedad tecnológica. Pero, claro, yo que a saber de quién soy hijo, no tengo ni idea en que mes nací y, el año, creo que hará unos ocho, pero en realidad, no estoy muy seguro.
Pero, tal vez, sea mucho mejor así, pues de esta manera me evito las obsesiones que tienen algunos humanos con la edad. Los que son adolescentes se ponen años para aparentar más y entrar en cualquier antro o discoteca. Las personas mayores los esconden cada vez que les preguntan, aunque a veces algunos detalles los delaten. Los únicos que parecían inmunes a lo de la edad eran los jóvenes. Pero, no, ahora, los que cumplen 30 también entran en periodo de recesión y desearían volver a los veinte. Total, que visto lo visto, prefiero ser un ignorante y no saber mi edad. Ya se sabe, la ignorancia da la felicidad.
El único inconveniente a este detalle es que no tengo derecho a celebrar mi cumpleaños y ves, en esto sí que me fastidia, porque en esto los humanos os lo habéis montado muy bien. Por vuestro cumpleaños, os coméis una buena tarta, con deseo incluido como si fuera una lámpara mágica, con la única diferencia de que encima esta os la zampáis. Además, os surten de regalos, de felicitaciones y de atenciones. Sois los máximos protagonistas una vez al año. Y con eso ya tenéis suficiente, porque sino esos egos se agigantarían y tampoco os conviene en exceso. Valorarse está bien, caer en la idolatría propia sería demasiado.
En cualquier caso, lo que yo sí echo en falta es ese detalle de soplar la vela de la tarta y algún presente de vez en cuando. Por esta razón, a partir de ahora, he decidido lo siguiente: cada vez que uno de mis muchachos cumpla años, yo también lo celebraré con él. ¿No sé supone que cada año gatuno son siete humanos? Por tanto, yo al menos, me merezco siete cumpleaños al año. Así que los siguientes prepararos, porque la próxima vez, yo también apareceré en la foto compartiendo plano junto a la tarta y las velitas.
¡Ah! Y, por supuesto, pediré un deseo… Ja, pero lo tenéis claro, si pensáis que os lo voy a contar.
Próximamente, más y mejores ronroneos.
PD: ¡Feliz vacaciones Marta y Francesc!
viernes, 10 de julio de 2009
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Play
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4:35
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