jueves, 19 de agosto de 2010


¡Odio el verano! Sí, lo sé, ahora mismo todos os estaréis acordando de mis progenitores y no precisamente bien. Estaréis pensando que me he vuelto loco o que simplemente he acabado de perder la poca cordura que tenía. Sí, lo sé, pero no me importa y lo vuelvo a repetir: ODIO EL VERANO.

Para los humanos, el verano es símbolo de vacaciones, desconexión, viajes, sol, disfrute, tiempo libre. Para los gatos, el verano se resume en: menos hambre, calor insoportable, más aplacamiento y, sobre todo, más bolas de pelo. ¡Asco de bolas! ¡Las odio también a ellas!

Vamos que si por mí fuera, ni verano, ni vacaciones, ni nada. Ahora sí, ahora ya me he ganado vuestro odio más profundo. Ya os imagino diciendo: ¡Playete, qué dices!, ¡Playete, cállate la boca! ¡Qué aún nos quitarán las vacaciones a los humildes trabajadores! Pero yo soy así, sincero. Sin embargo, dejadme que me explique.

Sé que las ventajas veraniegas para vosotros son múltiples. El sol os pone morenitos y estáis más guapos, más relucientes. Yo, por el contrario, es llegar el verano y me adelgazo. Sí, seguro que más de una se estará preguntando que cual es mi dieta. ¿Sabéis cual es? ¡Las puñeteras bolas de pelo! Sí queréis adelgazar probar a comeros kilos de pelo negro y largo. Ya veréis lo que pasa… Seguro que así estaréis hechas un pincel. Así que yo en lugar de ponerme morenito –que eso ya lo soy de por vida, sin necesidad de tostarme ante el astro mayor- , me da por quedarme escuálido. ¡Qué penita que doy! ¡Odio el verano!

También sé que los humanos con el veranito os ponéis de mejor humor y os socializáis más, por eso del calor, la terracita y la cervecita bien fresquita. A mí, sólo me da por estar más huraño y solitario. ¡Con este calor ni yo aguanto estar en las faldas de nadie, ni siquiera de mis muchachas!

A los humanos en verano os da por salir, por viajar. A mí me obligan a quedarme aquí. Bueno, en realidad, no tengo más remedio, mi problema de ansiedad a los cambios de domicilio y lugar me impide moverme. Así que yo viajo a través de la imaginación y a través de lo que me cuentan mis muchachos. Y ahí, ahí, al hablar de mis muchachos, es cuando grito a pulmón entero: ¡¡¡ODIO EL VERANO!!!

Sí, porque mis muchachos no son menos y con el verano hacen lo típico y tópico de los humanos. Con el calor se ponen más fresquitos y con menos ropa. Consecuencia: a veces me siento en las faldas y les clavo las patitas y las uñas con esas telas tan finas que me llevan mis chicas. Y, por supuesto, me acaban echando. También con el calor disminuyen las carantoñas al gato porque en lugar de mimos yo les dejo pelos de gato por todas partes. ¡Casi ni se me quieren acercar!

Y lo que es peor, con el verano llegan las vacaciones y, claro, no las perdonan, ni siquiera para apiadarse de este humilde gatito negro. Así que unos entran y otros se van, y esto es un mareo. No me aclaro y voy dando tumbos en busca de mi falda preferida o de aquel que me voltea en el aire, pero ninguno de ellos está. Y paseo triste, muy triste… Realmente, me descolocan sus ausencias y para que os voy a engañar, los echo profundamente de menos. Es verdad que los he criticado mucho, les he metido mucha caña, pero son mis muchachos y me encanta tenerlos cerca para sermonearlos, para restregarme en ellos, pero sobre todo, para sentirme apreciado.

Lo único que me alivia es que después de las vacaciones vuelven de mejor humor y con más ganas que nunca de darme mimos. Y yo ronroneo de gusto.

¿Ahora entendéis porque odio el verano? ¡Afortunadamente ahora ya estamos en fase decreciente del verano y solo me queda disfrutar de los mimos extras de los que van llegando!

¡¡¡¡RRRRR RRRR RRRRR RRRRRR!!!!

Posted by Publicado por Play en 8:04
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