martes, 30 de diciembre de 2008


Apreciados lectores y blogueros,

Antes que nada, pediros disculpas por no haber publicado antes. Me hubiera gustado escribiros antes de Navidad, pero me ha resultado imposible. Tenía retazos de papel escritos, pero cuando no era por una cosa era por otra, este gato no podía acabar su entrada obligada de cada semana. Así que os dejo los retazos que he ido sumando:

PRENAVIDAD

Los días antes de las fiestas siempre suelen ser una locura. Parece que el mundo se vaya a acabar y todo toma una magnitud irreal. Al menos es lo que suele suceder en Play. Entre tarjetas navideñas para firmar, felicitaciones on-line, clientes y paquetes de regalos, esta agencia parece más un mercado de abastos o, a veces, incluso, un campo de batalla, donde unos juran y perjuran que nunca más volverán a pasar por esto, mientras otros intentan concentrarse entre tanto ajetreo.

Yo, que como felino, amo la tranquilidad y la paz, me he visto sometido una vez más al estruendo humano. Y, claro, como para quejarse. En fin, me callé, ya que lo mejor era dejarles hacer, pues al fin y al cabo, la navidad es una sola vez al año. Aunque para rematar la semana, se acabó celebrando la famosa comida navideña.

Yo me mantuve apartado, sin intervenir, pero hasta mi llegaba el griterío por los regalos y que si yo soy círculo y tú triangulo. Y, ay, qué regalos. Algunos indescriptibles, otros poco útiles, y algunos inútiles, pero sobretodo, subidos de tono.

Total, la sesión acabó con los regalos repartidos y las risas acumuladas, pero, este año no hubo ningún presente para el gato. ¡Oh, qué extraño! Pero no importa, porque mi mejor regalo es saber que a pesar de los nervios, el estrés y el agobio del trabajo, este gato que aquí escribe siempre recibe lo mejor de cada uno de mis muchachos. Mi mejor regalo es oír que me clonarían para hacer más Playetes o que soy como un peluchete. ¡Eso sí es un buen regalo! Oir que te adulen.

NAVIDAD

Sobre estos días de familia unida jamás será vencida, poco voy a explicar, más bien, porque mi meta ha sido descansar y dormir todo lo que no pude los días previos. Y, también hay que reconocerlo, porque aquí mi familia se fue con sus familias respectivas y Play se quedó de vigilante de la guarida. Estas fiestas me ha permitido poner al día este blog, a la par que me arrastraba buscando algunas migajas. Sí, porque mientras algunos se cebaban, este gato adelgazaba. Al menos, tenía las comodidades que otros gatos no tienen o no quieren, porque os puedo asegurar que hay mucho gato aventurero, callejero y, a veces, hasta pellejo…¿verdad Silvia?

AÑO NUEVO

Otra vez, nos encontramos con una fiesta humana y, claro, con todo lo que ello conlleva. Lo más divertido de Nochevieja es toda la parafernalia que se preparara. En esa noche se depositan muchas esperanzas y alegrías entre copas de cava, se intentan esconder las penas bajo los calzones de color rojo y se hacen las largas listas de cosas que cambiaremos, intentaremos mejorar o, simplemente, nos propondremos para el año nuevo, aunque luego no lleguen a nada más. Bueno, eso es lo que hacéis los humanos. Los gatos no sentimos esa necesidad. Así que, seguramente, me quedaré junto a mi latita, viendo pasar las horas. ¡Vamos, lo que muchos humanos querriais! Sin la latita, claro. Pero estoy seguro que más de uno, estaría encantado de no verse obligado a celebrar una noche pesada, donde la gente bebe más de que lo que debe, y donde hay que estar alegre aunque uno este inerte.

Sin embargo, aprovechando el año que acaba si que voy a copiar una de las costumbres humanas, que es la de agradecer. Los gatos, aunque nos cueste, tenemos nuestro punto de gratitud y, por eso, ahí van mis gracias a Francesc por diseñar este blog y a David y Marta por esos dibujos tan geniales que me hacen para las entradas. Capítulo aparte se merecen mis seguidores, que aunque pocos, son bien fieles: a Desiree por ser siempre la primera en comentarme; a David, porque últimamente se ha sumado con suma agudeza; a Mireia, porque sé que cada semana la espera y, a todos aquellos, que también sé que andáis ahí, sí, sí, tú que estás detrás de la pantalla, leyendo estas palabras. Muchas gracias por seguirme y para el próximo año, animaros a comentar. Prometo no arañar.

Y, en definitiva, a todo el equipo Play por ser inspiración. Porque sin sus ocurrencias, situaciones y vivencias, este gato no tendría historias que contar.

En el 2009, más y mejores ronroneos.

Play, el gato.

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viernes, 12 de diciembre de 2008


Parece ser que el enfado rutinario se me ha pasado. Y es que no hay nada como estar malherido o enfermito para tornarse blandito y buscar el consuelo en las carantoñas ajenas y en el calor de las faldas. Sí, mientras el resto de los mortales andabais disfrutando del puente, yo resultaba malherido en una oreja. Un pequeño corte sin más importancia, pero que ha resultado ser la excusa perfecta para seguir siendo el centro de atención de la agencia y, además, volverme a ganar la simpatía de todos a pesar de mi estado taciturno de días anteriores.

La mayoría de mis muchachos se pregunta que me ha sucedido y yo he guardado silencio hasta ahora. Pero ha llegado el momento de explicaros la historia. Todo sucedió una tarde de sábado, cuando aún restaban algunos rayos de luz. Mientras algunos andaban de excursión y otros jugando a la Wii –o al menos, intentándolo-, yo decidí hacer una incursión en terrenos extraños. Aprovechando que la puerta del patio estaba entreabierta, me colé y salté donde nunca lo había hecho: al patio del costado. Y desde allí arriba descubrí ante mis pupilas dilatadas, una retahíla de patios vecinos. Aquello era un maravilloso mundo desconocido. Y más, cuando escuché un maullido suave y sugerente. Mis pupilas se dilataron aún más si cabe y mis orejas se autodirigieron en busca del origen de aquel sonido. Tres o cuatros patios más adelante, vi a una dulce gatita. Sí, ya lo sé, estoy castrado y estas cosas no deberían afectarme. O, al menos, eso es lo que yo pensaba, pero los maullidos eran demasiado embriagadores como para no alterarse. Salté varios muros y recorrí varios patios hasta que me hallé frente a la gatita. La miré con cara de sorpresa, pues no os creáis que he visto muchas gatas en mi vida. Y ella se mantenía erguida, orgullosa, como observándome por encima de sus bigotes. Poco a poco, me acerqué hasta rozar pelaje con pelaje. Me gustaba y a ella no parecía disgustarle. Y así seguimos un rato: que si yo te rozo, que si tú me rozas. Ronroneo por aquí, ronroneo por allí. En fin, ¡qué os voy a contar! Todo estaba perfecto hasta que de repente, oí un grito humano, casi ininteligible. Algo aturdido miré hacia arriba y vi a un humano desconocido que muy alterado me gritaba que dejara a su gatita. Yo le metí un bufido e intenté defenderme. Me hubiera gustado explicarle que no iba a hacerle daño a su gatita, que soy un gato castrado, con mucha cabeza y sentimiento, que escribo hasta un blog y que soy civilizado y no un cualquiera. Pero, claro, nada de esto le pude contar. Nada más echarle el bufido, noté que un escobazo caía sobre mi cabeza. Huí con el rabo entre las piernas y no dejé de correr hasta llegar a mi guarida. Cuando me di cuenta, tenía una herida en la oreja. Increíble. Aquel humano sin mediar palabra, ni maullido, se tomó la justicia por su mano. Si es que ya lo digo yo: los humanos nos llamáis animales a nosotros, pero en muchas ocasiones, los irracionales sois vosotros.

¿Qué os ha parecido lo qué me sucedió? Seguro que la mayoría estaréis pensando que ese humano ha sido un salvaje, que no era necesario hacerme esto, y menos, a mí. El problema es que esto sucede cada día. Y no sólo a gatos, sino a todo tipo de ser vivo animal. Porque el día 10 de esta semana ha sido el Día Internacional de los Derechos de los Animales, este blog va dedicado a ello. Humanos, reflexionad y recordad que es mejor comunicarse con la palabra y no con la vara.

Ah, por cierto, obviamente, la historia es mentira. Los que me conocéis ya lo habréis imaginado porque yo me asusto hasta de mi propia sombra. La cruda y ridícula verdad es que mi torpeza me pudo y en una de mis carrerillas choqué contra una de las bicis. No calculé bien la ecuación velocidad-espacio. Sencillamente, fue un pequeño accidente doméstico, pero gracias a él, vuelvo a tener a todo el mundo en el bote. No hay nada como hacerse el malherido, aunque esta vez sea verdad, y lleve la oreja maltrecha.

Próximamente, más y mejores ronroneos.

Posted by Publicado por Play en 5:08
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viernes, 5 de diciembre de 2008


Sigo estando huraño. Parece ser que esta vez el mal humor me está durando más de lo habitual y ya no sé si es el síndrome prenavideño o exactamente qué me pasa. Creo que de estar rodeado todo el día de humanos, se me pega lo mejor y lo peor. Y, en este caso, creo que ando un poco perdido anímicamente como os sucede a las personas. Porque, aunque no lo creáis, insisto, los gatos tenemos sentimientos. ¿Muy escondidos? Tal vez, pero ahí están. En fin, tampoco voy a darle más vueltas, pero mi estado afecta a las relaciones con los demás, en este caso, con mis chicos. Así que esta semana he tenido encuentros, desencuentros y reencuentros.

Encuentros: la semana pasada ya os expliqué que se unía al equipo Play una nueva compañera, Merche. He estado observándola un par de días y ya he hecho más de un amago de subirme a su falda. Creo que me he tomado demasiadas confianzas. Incluso, he intentado invadir su espacio vital, es decir, la mesa de trabajo. Ah, pero amigo, hay hemos encontrado un problema: su portátil. Ya me ha advertido que es uno de sus tesoros y que más vale que no me suba, ni lo teclee con mis patas. Escucho y cumplo. Intentaré no hacerlo, pero realmente, es muy tentador. Ya sabéis, los gatos como los humanos, faltan que te digan que no hagas una cosa, para que quieras hacerla con más ganas.

Desencuentros: especialmente, con mis chicas. Sí, lo sé, podéis echarme en cara que estoy poco comunicativo y cariñoso. Qué estoy arisco a vuestras carantoñas. Podría parecer que prefiero la manta que vuestra compañía.Y no puedo decir lo contrario. Es que no sé que tiene esta manta que es adictiva, casi, casi, tan adictiva como el agua de la fuente y el pegamento de los sobres –algún día os hablaré de esta extraña afición. Pero, os prometo que esto pasará y volveré a ser el de antes.

Reencuentros: con el calor de la estufa. Sí, es un reencuentro poco humano –bueno, según se mire, porque cuando el frío aprieta y el cuerpo se pela, vosotros sois los primeros en acercaros a ella. O lo que es peor, a utilizarme a mi como manta para calentaros. Pero, ¿sabéis lo a gustito que se está junto a la estufa, con mi pelaje casi ardiendo? Es una sensación única, pero no os la sugiero. No creo que vuestra piel aguantará esas temperaturas. Aunque lo que realmente quiero es reencontrarme con el gato Play divertido y receptivo y no con este tan esquivo. En mi simbiosis casi humana, creo que una forma de conseguir reencontrarme a mi mismo es reencontrarme con mis chicos. Volver a pasear por sus mesas, no mostrarme tan enfadado porque me utilicen como imagen –os lo dije, este año también caeré en la felicitación navideña, ¿cómo? Ssssiiitttthhh, es un secreto-, dejar que me toquen sin escabullirme y, sobretodo, responder cada vez que me llamen Play. En en fondo, no hay nada mejor que verse reconocido por el otro y en el otro. Para eso sirven los reencuentros para desencontrarse de lo que uno no es y encontrarse a si mismo. Creo que más de uno estará de acuerdo.

Prometido, intentaré mejorar mi humor y no ponerme tan transcedental.
Palabra de Play.

Próximamente, más y mejores ronroneos

Posted by Publicado por Play en 5:05
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