Apreciados blogueros y lectores,
Las casualidades han hecho que esta semana el viento haya sido protagonista de nuestras vidas tanto fuera como dentro de la oficina. Lo que son las cosas: el fin de semana un tremendo vendaval azotaba la ciudad, mientras en Play, mis muchachos han tenido que estudiar, diseñar y redactar las ventajas y beneplácitos de la energía eólica. Para que luego digan que no existen las coincidencias. La cuestión es que las fuerzas de la naturaleza son incontrolables e inesperadas un poco como somos los felinos. Si nos da por arañar, no hay persona humana, que nos controle y, además, inesperadamente te podemos morder cuando menos te lo esperas. Así es la naturaleza, poderosa, y así somos los gatos, independientes y felinos.
Existen algunas ciencias que intentan estudiar, determinar y explicar los fenómenos de la naturaleza, incluidos a lo gatos, pero es que hay cosas que no tienen explicación. Los humanos sentís afán por entenderlo todo, por explicarlo todo y, en ese afán, esta semana he leído –sí, sí, yo soy un gato muy leído y lector –una noticia que decía que la amistad es algo científico. Dicen que si alguien te cae bien y le llegas a llamar amigo es porque se crean unas conexiones genéticas. ¡Paparruchas! Qué manía tenéis los humanos de pasarlo todo por reglas y números matemáticos. No me creo que los amigos se escojan por los genes. Los amigos se escogen por otra razones: por afinidad o por oposición, por física o por química, pero nunca por genética. Repito: ¡Paparruchas! Hay cosas que no se pueden explicar, suceden y ya está.
A mi como gato me pasa lo mismo, hay con quién me llevo mejor y con quién me llevo peor y eso seguro que no será por genética, pues la vuestra y la mía no tienen nada que ver. Para mi, mis amigos humanos son aquellos que me miman, que me cuidan, que me sonríen, que me entienden cuando estoy huraño y ofuscado, que me dejan moverme en libertad e, incluso, a veces, arañar. Bueno, en el fondo, lo que busco en mis amigos es lo mismo que vosotros. Claro, excepto, lo de arañar. ¡Vamos eso espero! Porque como tengáis algún humano amigo que arañe, o sois masoquistas o decídmelo, porque eso si que es digno de ser estudiado.
Luego están aquellas personas con las que no sintonizas y punto. Personas sobre las cuales nunca me sentaría, personas a las que maullaría siempre, personas a las que rehuiría y personas de las que no aceptaría carantoñas. Y, eso seguro que no es genética. La amistad como tantas otras cosas no se puede forzar ni domar, ni exigir ni pedir.
Y es que la amistad, como las fuerzas de la naturaleza y yo mismo, la mayoría de las veces es incontrolable, incomprensible e imprevisible e, incluso, fruto de la casualidad. Para que luego digan que no existen las coincidencias…
Próximamente, más y mejores ronroneos.
Play, el gato.
viernes, 30 de enero de 2009
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domingo, 25 de enero de 2009
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viernes, 16 de enero de 2009
Esta agencia a veces no parece un lugar de trabajo, sino un sitio de paso y es que hay que ver que en una semana por aquí han entrado y salido más personas de lo que es normal. Es lo que tiene ser abiertos, sociables y además, tener obras. La agencia se llena de extraños que acaban siendo conocidos. Y si a eso, le sumas algún cliente o visita de proveedor, este gato pierde la cuenta de todo el que pasa por aquí.
Además, cuento con un hándicap, y es que aunque quiera estar atento a todo aquel que entra, como soy muy poco felino, me entra el miedo y en lugar de plantar cara y uñas, huyó hacia lugares secretos donde no pueda ser visto por humanos extraños.
El caso es que a pesar de mis temores y traumas –he sufrido la visita de ladrones en dos ocasiones-, desde faldas protectoras y mantas cobijadoras, he observado los especímenes humanos que nos han visitado. Y no os molestéis por llamaros especímenes, pero es que hay más de uno que ese nombre le viene que ni pintado.
Sin más dilación, aquí van tres de las especies de humanos que pueblan el mundo: el cojo, el sordo y el extranjero.
El cojo es una especie ciertamente en peligro de extinción. Son aquellos humanos anclados en el pasado, con ideas pleistocénicas y carácter imponente. Bajo su cojera, esconden a una especie de terrateniente o cacique. Pero son del tipo perro ladrador, poco mordedor. En el fondo, son menos fieros de lo que aparentan y en cuánto se encuentran en su medio, te acaban hablando del resto de especímenes de su familia. Apariencia férrea, interior más humano cuando se trata de su prole. Su mayor peligro: tropezar y caer por meterse en lugares que no le pertocan.
El sordo es otra tipología, ésta más habitual entre los humanos. Suelen ser cordiales y atentos, sin embargo, tienen cierta sordera y siempre dudas si realmente no escuchan o no quieren escuchar, según lo que le interese. Su mayor peligro: que acaben entendiendo la mitad de lo que les dices o que acaben diciendo lo que no deben.
Y, finalmente, el extranjero. Todo formalidad, todo cordialidad. Aunque este gato intuye que los que se escudan bajo una apariencia perfecta y una verborrea extensa –eso sí, con cierto acento-, esconden más de lo que aparentan. Su mayor peligro: que de tanto hablar de “sus maravillosas ideas” se acaben ahogando con el cuello de su propia camisa.
En cualquier caso, la conclusión que saco, un vez más, es que las apariencias a veces engañan, parecen una cosa y la procesión, que va por dentro, es otra. Sólo hay que ver a este gato. Cualquiera diría: gato negro, animal fiero y mala suerte, -y más si es martes 13, como ha sido esta semana-. Veis, os equivocaríais. Gato negro, animal manso y buena suerte. Lo dicho, las apariencias engañan. Id con cuidado que el mundo está repleto de cojos, sordos y extranjeros, aunque en esta agencia seguiremos teniendo las puertas abiertas, mal que le pese a este gato que se seguirá asustando.
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domingo, 11 de enero de 2009
Por fin, han pasado las fiestas navideñas que tan poco me gustan, aunque como veréis han sido un buen recurso y una gran excusa para hablar de los humanos y su comportamiento. Con vuestras costumbres, tradiciones e historias he llenado un par o tres de entradas. Bueno, siendo sincero, con vuestras costumbres, tradiciones e historias he llenado la mayoría de este blog. Pero todo llega a su fin. No, no, tranquilos, el blog, no. Las fiestas tocan fin y ahora ya estamos en la famosa cuesta de enero. Época de vacas flacas, época de rebajas. Época de empezar todo con nueva energía, o al menos, eso es lo que supuestamente debe traer el nuevo año.
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