viernes, 1 de julio de 2011



Los niños, mi pequeño gran problema. Sí, lo sé, no tiene mucho sentido. Yo que soy dulce y bueno, suave y cariñoso, de repente, dejo de serlo cuando veo a los pequeños humanos. No sé que será: sus ademanes continuos, sus movimientos rápidos, sus carantoñas un tanto violentas, no lo sé, el caso es que los niños y yo no nos llevamos bien.

Y eso es un problema porque, ¿habéis oído ese dicho que dice que si no quieres sopa, pues toma dos tazas? Pues eso, los niños van en aumento. Será que mis muchachos están en edad de procrear y por aquí empiezan a rondar demasiados niños. El otro día vinieron los peques del jefe y, claro, eran seis manos intentando acariciar al minino. Ante tal placaje, me escondí detrás de un portátil, parapetado para evitar ser tocado. Pero nada, la curiosidad de los niños es inmensa –yo diría que más que la de los felinos- y venga a intentarme buscar las cosquillas. Yo aguanté estoicamente sin bufarles, sin sacar ni una sola uñita afilada, pero en cuanto pude, corrí para esconderme debajo del sofá, mi guarida secreta, donde nadie puede molestarme. ¡Y es que son los hijos del jefe! Que por mucha confianza que yo le tenga a Efrén, a ver quién es el guapo que le dice que no me gustan sus niños. Y entenderme, no es que no me gusten sus niños, es que no me gusta ninguno.

Luego, de vez en cuando, también viene otra de las peques Play, la rubia Abril –que no puede ser más diferente a mí en cuánto a pelaje se refiere. Afortunadamente, aún es pequeña y me respeta. Pero, esperaros a que crezca un poco porque con lo espabilada que está, en un tiempo me estará persiguiendo y tirando de la cola como sé que le hace al pobre y paciente Don Vito… Ya te lo pronostiqué, amigo.

Pero ya es que no sólo son los niños Play, que mira, habrá que aguantarlos y tolerarlos, es que además ahora ya me reclaman los niños de la calle. Sí, como oís. Resulta que eso de salir a la puerta a ver lo que se cuece en el exterior ha provocado que los vecinos de enfrente, un par de enanos de no más de 4 años, me hayan cogido cariño y me hayan adoptado como mascota. Total, que ahora de repente, se presentan de vez en cuando a ver al gatito. Y a mí no me queda más remedio que aguantar sus carantoñas.

Y encima para más inri últimamente me quieren embarazar a más de una por aquí. Muchachos, no seáis crueles conmigo y no me deis estos sustos, que uno empieza a ser mayor para estas noticias.

La cuestión se resume en lo siguiente: si muchas veces ya no entiendo a los adultos, ¿cómo voy a entender a esos clones de sus padres y de sus madres con unos palmos menos de estatura?

Y después de mucho pensar en alternativas para superar esta fobia: ¿Terapia de choque con decenas de niños? ¿Huir como un condenado siempre que vea a un pequeñajo? ¿Ser estúpido y sacarles las uñas? ¿Resoplarles?, he llegado a una conclusión: haré como los humanos, que para eso me los conozco bien, y actuaré con aplomo y diplomacia. Y cuando se vayan, entonces volveré a mi blog y me desahogaré con vosotros. Sé que me sabréis perdonar la confianza.

Además, pensándolo fríamente, algún día esos niños crecerán y entonces yo los podré tolerar. Será cuestión de tener paciencia. Aunque viendo a los adultos tal como están, no sé si prefiero los tocamientos constantes de los niños o la esquizofrenia extraña de los adultos. Así pues, un consejo, pequeñuelos: disfrutad de vuestro tiempo que siendo adultos lo vuestro no tiene arreglo…

Entrada dedicada a Carla, Om, Kai, Abril y los niños vecinos.

Próximamente, más cañeros ronroneos.
Palabra de Play.

PD: Ilustración by DVD... ¡Gracias por el dibujín! Se nota que conoce el tema.

Posted by Publicado por Play en 3:55
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3 comentarios:

El conserje jubilado dijo...

Miaaao... Querido Play: me llamo Iris y soy para mi amo "ElConserjeJubilado", la gatita más dulce y linda del mundo.
He leído la anotación en tu diario respecto a la visita que tuviste de la niña Abril y, desde aquí, te envío todo mi apoyo. Mucho: "qué gatito tan mono", pero entretanto tenemos que soportar todas la "gracias" de los críos, como son las tiradas de pelo, orejas y cola, ante la sonrisa bobalicona de las personas mayores.
El otro día Abril llegó a "MI" casa y cuando noté su presencia saliendo del ascensor, corrí a esconderme detrás de la lavadora y durante todo el rato que permaneció junto a su abuelito en el pis, seguí escondida y sin rechistar. ¡No me vieron el pelo!.
Y eso que es de tres colores. (Por eso me pusieron Iris, como el Arco Iris que también tiene tres colores. Muffy me corrige y dice que el Arco Iris tiene por lo menos cuatro). Muffy, que es el perro tonto que tengo por compañero, se pasó todo el rato jugando y lamiendo a la niña y soportando todas las "perrerías" inimaginables.
Si en alguna ocasión nos vemos dejaré que me des un beso en la boquita, porque la perrita española
cuando besa, es que besa de verdad. ¡Miaaoooo...!

El conserje jubilado dijo...

Fé de erratas:
Miaaooo... Soy la dulce gatita Iris.
En el comentario de ayer que se encargó de escribir al Blog el tontolaba de mi amo "ElConserjeJubilado", al escribir "piso" puso "pìs". (Será porque le molestaría la próstata).
La canción, como todo el mundo sabe menos él, dice: "la gatita española" y no "la perrita". Cuando vuelva "ElConserjeetc." de la compra, prometo que lo voy a castigar rasgándole los pantalones nuevos que se ha comprado en las rebajas. Miaaaoo...

Play dijo...

¡¡¡Ohhh, mi querido conserje jubilado me hace el honor de dejarme unas palabras!! No sé si lo sabe -le hablaré de usted porque tampoco tenemos tanta confianza- pero ya en alguna ocasión ha sido nombrado en este humilde blog de este humilde felino.

Veo que compartimos experiencias con la pequeña Abril, pero veo que su querida gatita Iris ya se conoce la lección y se esconde rápidamente. Creo que tendré que hacer lo mismo y no dejarme llevar por la pereza porque luego las consecuencias son peores: manos y manos pequeñuelas sobándome.
Creo que los niños se los dejaremos a los perros, que es verdad, que no tienen nuestro porte e inteligencia y se dejan amedrentar por cualquiera, aunque no sea más alto de tres palmos.

En fin, querido conserje jubilado, espero y deseo que nos sigamos los pasos blogueros y decirle que aunque estoy castrado, aún no he perdido todos mis instintos y un beso de una gatita como Iris será más que bien recibido.

Atentamente, este gato que le admira y al que tal vez algún día pueda hacerle un dibujín para su blog.

Miaaaauuuuuuu