Otro año más aquí está Sant Jordi, el día de fiesta que no es festivo, cosa rara en los humanos, vosotros que siempre buscáis escaquearos del trabajo. El caso es que no hace falta que os explique que sucede este día. Ya sabéis, en Catalunya, en los pueblos y ciudades se venden libros y rosas porque según cuenta la tradición, Sant Jordi mató al dragón y salvó a la princesa de cuento de hadas de las agarras de tan patán animal. Como suele ser habitual en mi, la historia y la tradición me parecen incongruentes, pero por una vez y que no cunda de ejemplo, no voy a criticarla, ni a los humanos por difundirla, porque realmente me gusta esta jornada. Todas esas rosas paseándose entre el asfalto y, sobre todo, esas palabras impresas en libros de todo tipo. ¡Cómo no me va a gustar a mí esta fiesta ahora que me he convertido en escritor, aunque sea de un blog! Ya me imagino yo firmando libros con la pluma entre la cola…. Pero volviendo a la realidad sin dejar de fantasear, hoy os voy a contar un cuento.
"Un cuento que protagonizó un gato negro -prometo que no era yo. El gato vivía con una anciana. Habían pasado años juntos y a la par les habían ido saliendo las canas. Señora y gato compartían su vida bajo un techo cochambroso y a medio derruir. Mil veces se habían quejado al propietario y mil veces éste les había ignorado. Señora y gato no comprendían porque sus peticiones para vivir con seguridad eran omitidas. Toda una vida entera trabajando para acabar en ese estado, pensaba la señora. No el gato, claro, porque ya se sabe que los gatos trabajar no es que trabajen demasiado.
El gato cansado de esa situación, decidió actuar y una noche estrellada reunió a todos sus congéneres en los tejados del barrio. En todos, excepto en el suyo porque era el más inseguro.
Debatieron, charlaron y decidieron cual era la mejor forma de subsanar dicha situación. Así la siguiente vez que el propietario vino a la vivienda exigiendo a la señora que se fuera, el gato convocó a sus compañeros que corrieron en su causa. Al llegar a la vivienda, los gatos rodearon al propietario en actitud amenazante mientras le maullaban exigiéndole respeto. El resto del vecindario al escuchar tal escándalo, salió a la calle y se enteró por voz de los gatos de la situación. Entre gatos y humanos lograron espantar al propietario y, no sólo eso, sino que le obligaron a solucionar los desperfectos del hogar de la anciana. Y aquella comunión entre gatos y humanos demostró una vez más que la unión hace la fuerza y que si hay que luchar, mejor hacerlo codo a codo o codo a pezuña".
Aunque el cuento tiene un final feliz, esta historia real aún está por ver como se solucionará.
Os quería haber escrito un cuento más bonito, más acorde con Sant Jordi, pero me he inspirado en un hecho real que ha sucedido esta semana en la calle de al lado. Un caso de mobbing inmobiliario, otra cosa más que os habéis inventando los humanos para joder a vuestro hermano –perdón por la expresión.
Pero hoy no quiero enfadarme porque hoy es un día de primavera de los que brilla el sol, un día de alegría y de muestras de afecto. Por eso os dejo este cuento. Para ver si alguien se anima y a cambio me regala una rosa o, al menos, un comentario.
Play, el gato.
PD: Desiree, espero con ansías tus faldas, pero de la pastilla, no quieero saber nada. ¡Gracias por tu mensaje! Ronroneé de gusto...
jueves, 23 de abril de 2009
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Play
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9:53
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