viernes, 22 de junio de 2012



Vuelvo. Estoy de regreso. No me preguntéis el porqué… Simplemente, porque me apetece. Porque tocaba volver un día de estos y ¿porqué no hoy? Una jornada tan buena como otra cualquiera. A decir verdad, no ha pasado nada concreto, nada espectacular digno de contar, pero ya conocéis a los felinos, somos así de extraños. Y además a mí me gusta improvisar.

En todos estos meses que no he escrito se ha ido sucediendo un día a día sin nada en concreto, bueno, en realidad, cada día es algo diferente, pero muchas veces ni vosotros ni yo mismo lo sé ver. En este tiempo, hemos seguido remando, al pie del cañón, en este lugar llamado Play Creatividad demostrando aquello de que el marinero auténtico se demuestra no cuando el mar está en calma, sino cuando hay tempestad. Y yo no he sido menos. He puesto mi granito de arena, inspirando en muchos proyectos creativos (fijaros sino, que tanto en La inspiración dormida como en iPoe anda por allí la presencia de un gato negro) y, de paso, regalándoles a mis muchachos compañía en los momentos de sin sabores y sin saberes.

En este tiempo, he ido al vete, sí, a ese lugar que tanto me apasiona, porque resulta que me dio por adelgazar y aquí mi amiga Silvia, que es un poco alarmista, me llevó para allá. Yo le maullaba que no hacía falta, que me encontraba genial, que solo es que no me apetecía tanto comer porque empezaba a hacer calor. Pero ella, erre que erre, y es que cuando los humanos no queréis oír o entender no hay maullido que valga. En fin, me llevaron entre lloriqueos y lamentos, me atendió mi amigo el vete y yo todo bondad, tipo peluchón, me dejé hacer. Al final, me dijo que estaba bien, estupendo en mi fondo, aunque un poco escaso de forma–vale, sí, Silvia, tenías razón, estoy más delgadito. El veterinario recomendó que me vigilaran para controlar si seguía perdiendo peso. Pues solo faltaba eso para que Silvia estuviera aún más pendiente de lo que como. ¡Paparruchas, qué pesadilla! Dejadme a mi aire.

En este tiempo en Play también hemos tenido bajas e incorporaciones. Obviamente, a algunas incorporaciones llamo más la atención que a otras. A Nuria, ya me la he camelado para que me acicale cada día y me peine quitándome los pelos que hacen estragos en verano… A otros, ya me los camelaré… Tiempo al tiempo. El poder de Playete es inconmensurable.

En este tiempo, ha habido quien ha sido madre. ¡Felicidades Montse! Lástima que los humanos tragáis al mundo a esas criaturas que tampoco me gustan. A mí traédmelos a Play creciditos y educados porque mi paciencia va a menos a la par que sumo años. Y también ha habido tiempo para que otras mamis se reincorporen o estén a punto de hacerlo. ¡Bienvenidas Merxe y Desi!

Y en este tiempo he tenido muchas y muchas horas para pensar y ver cómo va el mundo. Y que queréis que os diga, es ahora cuando pienso que soy muy afortunado por ser gato. Porque lo cierto es que los humanos lo tenéis chungo en este mundo que parece que se va al garete en una lenta agonía. Pero, ¿sabéis qué? A pesar de eso, también os envidio. Sí, porque los humanos sois capaces de cambiar las cosas porque tenéis más empuje que los gatos a los que nos puede Desidia;  porque podéis reír y hacer más llevadero el camino con una sonrisa;  porque tenéis vuestra propia libertad para actuar y porque cuando os ponéis sois capaces de mover mundos y cambiar sociedades. Solo tenéis que ver la historia… ¿Acaso ha habido un gato indio a lo Gandhi o un gato negro a lo Martin Luther King? Nosotros, los felinos, no podemos hacer todo eso. Así que humanos amigos, muchachos míos, a seguir ahí porque confío en vosotros, porque sé que saldremos adelante. Aquí está este Gato Negro para seguir trayéndoos buena suerte.

Y mientras tanto si hay momentos en que la realidad os puede, buscaros vuestra propia vía de escape… Haced como yo y daros a la lectura de mi alter ego y Carmesina. Sí, lo sé, es publicidad, pero que esperabais de un gato criado en una agencia de diseño y publicidad. Pues eso, uno acaba aprendiendo…

Con esta entrada tan dispersa, me despido con ronroneos varios espero que hasta muy pronto.
el gato Play

PD: Agradezco la foto a Nuria, una de las que ya me he camelado con mis ronroneos.

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miércoles, 15 de febrero de 2012



Cada persona ha de seguir su camino, su propia senda y destino. Y en esta vida, a veces hay caminos que se cruzan y que durante un tiempo comparten el mismo rumbo. Versan paralelamente, encontrándose con los mismos bonitos parajes o se ven obligados a escalar las mismas cimas o saltar las mismas piedras. Incluso hay momentos en que esos dos caminos van tan cerca, están tan juntos, que parecen uno sólo. Sin embargo, llega un momento en que esos caminos que han transcurrido juntos –que no revueltos- se separan en busca de su propio destino. Y eso no es bueno ni malo. Cada uno tiene deseos diferentes y eso es lo que nos hace grandes y nos enriquece.

Estaréis pensando: ¿qué le ocurre a Play que vuelve después de meses y además hablándonos en forma de metáforas sobre caminos, sendas y vida? Pues sí, soy Play, el gato, tranquilos, no me han cambiado ni sustituido. Sigo siendo el muso y niño mimado de Play agencia. Pero, a veces, hay que ser más profundo, más sentido para expresar los que nos acontece… Y es que uno de mis muchachos, Alex, ha cogido su propio camino. Hemos compartido durante cuatro años esa senda llamada Play y ahora pone rumbo a otro lugar que no sé si molará más –Gato no tienen, y eso es un punto menos-, pero que seguro que le enseñará muchas cosas y le hará crecer como persona.

Por eso tenía que dejarle un recuerdo porque ha sido uno de los muchachos a los que mejor he sabido engatusar con mis artes felinas. Desde el primer momento en que entró con su acento ucraniano, se mostró afectuoso con este gato que os escribe. Y ya sabéis que a mí me pueden los mimos y es hacerme tres caricias y tenerme ganado de por vida. Exactamente eso pasó con Alex. Me cuidaba, me mimaba. ¡Y yo le devolvía ese cariño y ya estaba en mis redes! Eso sí, nunca me dejaba sentarme en sus faldas, pero me puso un cojín en su mesa para que me acomodara. También fue el encargado de mantener mi rincón de desahogo limpio como una patena y de darme la latita de los viernes -¡preocupado estoy de quién se encargará de ello a partir de ahora!

Alex siempre me cogía con sus brazos grandotes y me volteaba en el aire. Y entonces yo me sentía el rey del mundo más alto que ninguno. También me procuraba chuches varias y me acompañó en alguna ocasión al veterinario. Siempre me saludaba por la mañana y se despedía de mí al acabar la jornada. Durante las vacaciones me pasaba a verme para hacerme compañía y que la espera no se me hiciera tan larga…

Sé, porque el mismo me lo ha confesado, que ha cambiado durante este tiempo. Se abrió al mundo, dejó su granito de arena en forma de palabra frescológica –¡qué ya tiene guasa que venga un ucraniano y se invente esta palabra que tan bien define hoy a Play!- y nos mostró que a veces tras una fachada grande, fuerte, recia se esconde un tierno corazón. Los ojos acuosos lo delataban en la hora del adiós.

¡Te echaré mucho de menos! Y seguro que no seré el único.

Te deseo que ese nuevo camino te llevé allá donde tú deseas. Y sobre todo que no te olvides de pasarme a ver.

Ronroneos varios y nostálgicos,

el Gato Play

PD: Y ya no prometo nada sobre si volveré a escribir o no. Dejaremos que el tiempo lo diga y me muestre mi camino.

Caricatura by DVD

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lunes, 31 de octubre de 2011



Este Gato Negro no podía faltar a la cita en un día como hoy: Halloween o el día de los muertos. Las razones, obvias: soy un gato de pelaje oscuro asociado a las brujas y la magia negra. Los que me conocéis, sabéis que no tengo nada de maléfico –sí, vale, sólo un día me transformé en un monstruo atroz-, pero en términos generales, soy bueno como el pan, de corazón blando y gran sensibilidad. En este día, cuando algunos comen panallets o castañas y otros se disfrazan, yo me voy a reunir con algunos amigos gatunos a contarnos historias de miedo porque, al fin y al cabo, supongo que nosotros no nos asustaremos.

Yo ya tengo preparada mi historia. Me la contaron a mí y yo os la cuento ahora:

"Lucía tenía una gata de pelo blanco, casi albina, y de ojos azulones, cariñosa y ronroneadora, a la que llamaba Nieve. Lucía sentía pasión por su gata y lo que más le gustaba era notarla dormir a sus pies en la cama. Como si de un ritual se tratara, cada noche, al apagar la luz de la mesilla y cerrar los ojos, Lucía podía percibir como la gata saltaba encima de la cama, se acercaba a las piernas de la muchacha, hacia un giro sobres sí misma y finalmente, se deslizaba, dejándose caer con todo su peso sobre las pantorrillas de Lucía. A la muchacha aquel ritual le encantaba: sentir el calor de la gata y el ronroneo posterior que le transmitía en el cuerpo a cuerpo. Y para agradecerle la compañía, Lucía siempre extendía su mano y acariciaba el pelo suave de Nieve. Y así, luna tras luna, compartían el ritual y la cama.

Pero el tiempo pasa inexorable y Lucía crecía a la par que la gata envejecía, hasta que llegó un día en que Nieve no subió a la cama. Aquel día rodaron muchas lágrimas por la almohada y una pena profunda se depositó en el alma de Lucía. Durante años no quiso saber nada de gatos. Sin embargo, un día lluvioso al llegar al portal de su casa descubrió en los bajos de un coche un gatito negro que gemía de miedo y hambre. Lucía había aprendido a no ver a aquellos gatos, a no sufrir por ellos. Pero aquel gato negro parecía tan pequeño, tan indefenso y le miraba con unos ojos azulones que le recordaban a su antigua gata. No puedo evitarlo y lo cogió escondiéndolo entre los pliegues de su abrigo: «Hoy te quedas conmigo, para que no pases frío, pero mañana ya veremos. No quiero encariñarme de ti ».

Pero, obviamente, aquello no sucedió. Aquel gato negro al que llamó Sombra no volvió a la calle y se quedó en la casa. El gato era bueno, aunque no tan cariñoso como Nieve. Era más independiente y ni mucho menos dormía a los pies de su cama, prefería el cestito que le había preparado para ello. De todas formas, muchas noches, Lucía intentaba llevarlo a la cama con ella, pero el felino sólo se paseaba un par de minutos y acababa huyendo del lugar con el rabo erizado.

Sin embargo, una noche al irse a dormir, aquello cambió. Como era habitual, Lucía leyó un rato en la cama y al írsele cerrando los párpados, apagó la luz. Casi al instante, notó los pasos sigilosos de Sombra y cómo éste subía a la cama. Lucía s
onrió.«¡Por fin, Sombra, has decidido hacerme compañía!». Con los ojos cerrados, pero aún con la mente despierta notó como el gato giró sobre sí mismo y se arremolinó junto a sus piernas. Empezó a notar el peso del animal y el calor que le transmitía. «¡Cómo me gusta!», pensaba Lucía. Sólo le faltaba el ronroneo. Pero Sombra no ronroneaba. Así que Lucía sacó el brazo de la sábana para acariciar a su gato, para provocarle un dulce ronroneo. Con la mano extendida deslizó el brazo en busca del cuerpo del animal. Cada vez estaba más cerca del lugar que desprendía el calor, pero al intentar palpar, el corazón de Lucía dio un vuelco. Hubo un pequeño momento de parálisis para, a continuación, encender la luz de la mesilla. Con horror Lucía miró a los pies de su cama y descubrió lo que ya había percibido: la nada. Allí no estaba Sombra. Allí no había nadie. No podía ser. Con el corazón encogido y un sudor frío, Lucía se levantó de la cama y se acercó al cestito. No veía muy bien, pero con las pupilas haciéndose a la poca luz de la estancia, descubrió, hecho un ovillo de pelos, a Sombra, profundamente dormido.

Era un 31 de octubre y Nieve la había visitado aunque no hubiera llegado el invierno".

Para todos los que tenéis gato y sabéis de lo que os hablo.
Próximamente, más y mejores ronroneos.

Play, el gato.

PD: Ilustración de DVD para "Los colores olvidados". Espero que no le moleste que la haya utilizado. Pronto, muy pronto, os volveré a hablar de libros. Sí, de la segunda parte de "Los colores olvidados" y del peso de ser muso. Pero eso será otro día...

Posted by Publicado por Play en 9:22
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